jueves, 27 de octubre de 2011

There's not enough street lights

Hobart necesita más postes de luz. Lejos del centro de la ciudad, en el área de los suburbios, no hay suficientes y caminar de noche, es caminar casi bajo la luz de la luna. Si está nublado o no hay luna, ni hablar, distinguir una silueta es un juego de adivinanzas. Claro que esas siluetas casi siempre son de animales, no de humanos: un wallabie que se queda congelado al escuchar voces o un conejito saltarín. Ya lo he dicho antes, después de las 5:00 de la tarde, todos para su casa... o a Salamanca, el área de pubs y restaurantes. Pero en las calles, vagando, recorriendo, ni un alma. Es muy raro toparse con otra persona de noche en una calle residencial. En esos momentos siento que somos los únicos que vivimos en esta ciudad, como si se hubiera hecho fantasma en cuestión de minutos. Con las bolsas, llenas de mercadería, que se hacen más pesadas al subir la calle para llegar a casa, me detengo un momento bajo la luna y miro la ciudad, el puente, los barcos que cruzan el agua. No hay ruido de tránsito, sólo algunos pájaros nocturnos en las copas de los árboles y el viento. Inhalo el aire puro y sigo cuesta arriba pasando bajo las ramas enormes de los abedules que hacen la noche más oscura. Los abedules guardan secretos, alguien me dijo una vez, cada una de las semillas (esas con forma de gusano) es un secreto. Miro mis pies y distingo que la vereda está llena de "secretos". Deben ser secretos dulces y amables, like your first crush, porque en estas latitudes del mundo la gente vive feliz, no tienen muchas cosas por las que luchar ¿cómo podrían ser sus secretos tenebrosos? Las tiendas cierran a las cinco de la tarde, porque pueden. Pueden realmente dedicar varias horas de su día a la familia y los amigos. ¿Estrés? no hay tal cosa, ni siquiera entre los automovilistas matutinos, porque en las mañanas no existe la hora del taco, tal vez el "minuto del taco" dice la gente acá, riendo. Y las estadísticas de delincuencia son mínimas, es que la economía de este país es sólida, no tienen problemas limítrofes, los recursos naturales abundan y el dólar australiano sigue imparable frente al estadounidense. El asunto político que acapara los titulares estos días es el "carbon tax" o impuesto al carbono. El gobierno de Julia Gillard quiere cobrar impuestos por la emisión de gases CO2, como una manera de combatir el cambio climático; si es que pasa ambas cámaras del parlamento, entraría a funcionar en julio del año próximo: 23 dólares por tonelada de CO2 que se libere al medio ambiente, el impuesto al carbono más alto del mundo. Quienes se oponen señalan que Australia sólo genera un 1,5% de las emisiones globales, mientras Estados Unidos un 18,3% y China un 19,1%, así es que no hay necesidad de pagar el impuesto más caro si en realidad no hará una diferencia significativa en el proceso de descontaminación. (Chile genera un 0,2% de las emisiones globales). A nivel local, en Tasmania, se discute qué porcentaje de los bosques de eucaliptos deberían protegerse como reserva natural. Las empresas madereras, que en su mayoría exportan materias primas a China, esperan que sea un porcentaje mínimo y los ambientalistas abogan por el resguardo de los invaluables recursos de este estado, "the natural state".
Ambas discusiones están llevándose a cabo sólo a nivel político, la verdad es que al australiano promedio poco le importa. Más o menos bosques de eucaliptos no harán gran diferencia para la feliz vida en Tasmania, seguirán respirando el aire más puro del mundo, llevando una vida sin estrés, disfrutando de la vida familiar de calidad y de una educación prácticamente gratuita. Los uniformes escolares australianos incluyen un sombrero, para proteger a los niños del sol, porque se han hecho conscientes de la proximidad del agujero en la capa de ozono y quieren reducir las tasas de cáncer a la piel, una de las más altas del mundo. Los salarios seguirán siendo entregados cada dos semanas, las tasas de desempleo se mantendrán marginales, y los "adultos mayores" seguirán recorriendo las calles de Hobart a pie y en zapatillas, como el resto de la gente, exudando vitalidad sin que nadie los trate de viejos.
Acá no hay grandes luchas que llevar a cabo. Y lo único que puedo criticar, por ahora, es la necesidad de más postes de luz.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Little island houses

Una de las primeras cosas que cautivó mi atención cuando llegué  a esta ciudad fue la arquitectura. Tan distinta que en Santiago. Casi no hay edificios, sólo casitas con the picket withe fence. Toda la ciudad tiene un estilo europeo. Supongo que inglés, aunque a mí me parece alemanezco.


Los techos no tienen miedo del color y algunas chimeneas tienen formas curiosas. Y los buzones son encatadores. Pero de todas formas lo que más me gusta son los detalles elaborados que hacen original a cada casa. Ojalá que estas fotos le gusten a M.Verce


                                                                      Arquiternura







lunes, 1 de agosto de 2011

Mr. Alan Paddlock

Llegué a Australia advertida de los peligros de tiburones, cocodrilos de agua salada, pendencieras arañas embudo, demonios de Tasmania... No faltan los bichos venenosos. La vida animal aquí es única en el mundo y las regiones prácitcamente inexploradas son enormes.
Testigo y evidencia de ello es Mr. Alan Paddlock, un amoroso marsupial que viene a desayunar casi a diario a nuestro patio. No se confundan que no es canguro, aunque parece. Los canguros de menor tamaño les llaman "wallabes". De esos esta lleno por acá, en las mañanas cuando voy a trabajar o cuando vuelvo me encuentro con varios en el camino, comiendo pasto, disfrazados de penumbra.



Los wallabes son tímidos como los conejos (también hay hartos de esos por acá) y escapan raudos con grandes saltos al avistar a un humano. Con excepción -claro está- de Mr. Alan Paddlock, este es un wallabe extrovertido y canchero. Se empodera en nuestro patio, se deja fotografiar y hasta nos saca la lengua.



Esto definitivamente no es Santiago... imposible olvidarlo cuando vivo en una casa que está en la ladera de una colina, a unos 20 minutos a pie del centro de la ciudad y con vista al estuario. Al frente hay un pequeño bosque de eucaliptos y de ahí salen los alaridos de pájaros más raros que he escuchado. Los cuervos son los que gritan más fuerte, pero los halcones y las gaviotas les hacen competencia.
Hay también unos pajaritos cantarines preciosos y coloridos, pero se callan cuando pasan los halcones. Y otros que no se intimidan por los más grandes, a pesar de que parecen presa fácil: son como mini guacamayo emplumados de rojo, azul y verde. Uno de esos es bien simpático, me lo encuentro todos las mañanas camino a la pega. Parece que vive en una casa en mi misma calle, pero no estoy segura dónde. La cosa es que la mayoría del tiempo camina en vez de volar, cruza la calle "a pie" y a saltitos entra por la reja al patio de esa casa. Todos los días lo mismo. Grita cada vez que va y viene... debe ser "pájara", con pajaritos que cuidar.
Me gustaría sacarle una foto, pero incluso caminando es rápido. Además el botón de disparar de mi nueva cámara es tan minúsculo que me tendría que sacar los guantes... y sinceramente quién quiere hacer eso a las 7.30 de la mañana en medio del frío invierno hobartiano. (Cómo agradezco los guantes catosabios que me regalaron mis ex CNNitos!)

                                                             (Vista desde el living de mi casa)


Este lugar es maravilloso: la gente es sinceramente amable, los viejos no sufren achaques ni padecen de inactividad, el clima es impredecible y las zapatillas blancas son un requisito para recorrer esta ciudad a pie (la mejor forma de hacerlo).  Les contaré más de eso en mi próximo blog, para el que prometo más velocidad. Ahora debo imprimir unos papeles para mi rutinario y poco desafiante trabajo en esta oficina de contadores católicos cita-biblias.

Ah! Cuéntenle a mi tío Jaime que conocí a las arañas embudo... aunque no salieron del cajón de la cocina. Las vi como animal de mostrario en el Wildlife de Sydney.

sábado, 9 de julio de 2011

The volcano ashes are not my fault

Y sí, ya estoy instalada. No sólo en Hobart, Australia, sino que en el mundo de los blogger... como si fuera 2003. Facebook jamás, eso sí que no! Para qué sucumbir a la fuerza gravitacional de Mark Zuckerberg cuando puedo flotar libremente de párrafo en párrafo relatando mis aventuras tasmanas? No hay duda de que así satisfaré sus curiosas necesidades y el feroz apetito que cualquiera tenga para dar forma en la imaginación a estos rincones del planeta.

Llevo un mes y tres días viviendo en este maravilloso país. Hoy el viento ruge. Mi casa -en la ladera de uno de los cerritos de la isla de Tasmania- es testigo de las reverencias que hacen los eucaliptos cuando la helada onda baja por el cajón.

Es domingo y con el viento y la intermitente lluvia no tengo ganas de salir. De todas formas no habría mucho que hacer, porque en Hobart (de unos 200.000 habitantes) los domingos casi todo está cerrado, incluido las "chemist" o farmacias. Nadie es hipocondriaco como en Chile, si la gente se enferma, se cuida... pero no creen en la necesidad de tener farmacias funcionando 24 por 7. Lo único que está abierto es el centro comercial (de un tamaño tipo Apumanque), que de todas formas cierra a las 5:00.

La gente acá es tan amable! Desde el trato coloquial en la calle hasta el servicio al cliente, el concepto es totalmente distinto. Si detienes a alguien para pedirle una dirección, se desvivirá tratando de explicarte dónde es y de asegurarse que llegues sano a destino. Y cuando entras a una tienda la gente EN REALIDAD te atiende, en vez de quedarse mirando la teleserie en la minitele al lado de la caja.

No. Chile no es una isla, ni está en el Caribe. Está bordeando Los Andes... Los Andes es una inmensa cadena montañosa. Eso tuve que explicarle el otro día a un amigo de mi jefe. La mayoría de la gente no sabe mucho de Chile, tienen la noción de que está en Latinoamérica... en alguna parte. Por eso todos me preguntan si extraño el clima cálido. Los más letrados sabrán de Pinochet... pero nada más. Excepto por una cosa: en ese lejano país está el volcán del que provienen las cenizas que están cubriendo los cielos del sur de Australia (leáse Canberra, Sydney, Queensland y Tasmania) impidiendo a la gente viajar en avión.

Así que cuando conozco a alguien y se entera que soy de Chile, luego de hacer el cálculo en la cabeza y tratar de ubicarlo en el mapa, replica en tono de broma: "you brought the volcano ashes with you?". La primera vez que oi la curiosa frasecita me pareció original, pero is not funny anymore.

Y la verdad yo no he visto ni una sola ceniza en el cielo. En Hobart el cielo siempre es azul y limpio, excepto claro cuando llueve. Desde mi ventana en este momento veo al fondo el enorme estuario (hoy sin botecitos), las copas ondeantes de los eucaliptos y algunos pájaros -que nunca he visto en Chile- tratando de volver a sus nidos en contra del viento.

Me recuerdo que tengo que poner más perritos en la ropa limpia para que no se vuele!

Pronto les escribo más. Ni saben lo complejo que es hacer acentos y eñes en este teclado anloparlante.


Esta foto no es de mi casa. Sino de un día que subimos la montaña y la nieve nos pilló de sorpresa. Lo que se ve al fondo es la ciudad de Hobart. Allá abajo vivo yo.

Blog inaugurado!